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Primera Parte “al final de la tormenta me encontraras”

  • Foto del escritor: Sabri Vicente.
    Sabri Vicente.
  • 1 nov 2022
  • 5 Min. de lectura


A los 4 años de edad conocí a mi papá, aún recuerdo la primera vez que le dije papá en la puerta de la casa en donde vivía junto a mi mamá, ella me dijo él es tu papá y yo le dije a ver papá, pensando por dentro como llegar a decir la palabra Papá, hacia alguien que había conocido hace apenas 5 minutos, él tenía algo en su mano y era mi DNI con el apellido de él. Yo vivía en la casa de mis abuelos maternos, ellos me cuidaron y protegieron desde mi nacimiento. A partir del día que conocí a mi papá empezó a haber un vínculo paterno del hacia mí y yo intentando ejercer un rol de hija, según mi perspectiva y hasta donde yo podía. Se reconstruyo la relación de mis padres y juntos comenzamos a vivir una nueva historia, para mí era algo nuevo relacionarme con mi papá ya que la única figura paterna que tenía era la de mi abuelo materno. De la mano del conocí a mi familia paterna y con ello la fortuna de tener dos varones hermanos menores que yo y una prima también menor que yo. El tiempo trajo más primos que los amo por siempre. Siempre me genero una desconfianza mi papá y nunca me voy a olvidar su mirada perdida una mirada con odio, con miedo, una mirada que generaba un pensar más allá y a la vez un límite del cual no se podía regresar. Ni bien nos mudamos a una casa con mí mamá y él era todo color de rosas, y con ello veía a mis medios hermanos todos los fines de semana donde merendábamos juntos, los momentos más lindos que recuerdo con ellos era la hora de la merienda. En el mismo momento surge el embarazo de mi mamá. Mi abuelo se había venido a vivir con nosotros y allí vivíamos mi papá, mi mamá , mi abuelo y yo. De la noche a la mañana el rosa se iba tornando de gris, un gris oscuro muy fuerte, no recuerdo discusiones fuertes entre mis padres, pero si recuerdo que empecé a sufrir violencia física de parte de el sin recordar aún el motivo, eran golpes que no dejaban marcas, pero eran momentos que lo único que quería era desaparecer de esa casa. En esos momentos podía a gritos por dentro el abrazo de mi mamá y sin explicaciones de porque no volver a vivir la vida que tenía. No recuerdo que él me pida perdón en algún momento, solo recuerdo que mi mamá se fijaba donde yo le decía que me dolía el golpe y siempre fue de parte de ella un “no tenes nada ya paso o ya está”. Yo fui una nena que hizo gimnasia artística desde la educación inicial, por lo cual mi contextura fue siempre delgada, nunca fui de pelearme con chicos y mucho menos insultar a alguien, siempre fui una nena educada, es que ese tipo de cosas en esa temprana edad nunca las había vivido. Luego de los episodios vividos que eran hacia mí los comencé a vivir con mis hermanos que para ese entonces eran como unos nuevos amiguitos. Sufría al ver como cada uno de ellos era violentado en frente mío y con un grado de inocencia de no entender porque sucedía tal hecho. Mi hermano el que estaba en camino para ese entonces era bebe y era el único que recibía amor adecuado, mi mamá en ese mismo momento sufrió de una enfermedad. Mi padre cada vez hablaba con más agresividad y la situación para mí en ese momento solo estaba en manos de Dios, porque creía fuertemente que Dios existía y escuchaba mi corazón y todo lo que yo sentía y le pedía. ¿Qué pedía yo por dentro, se preguntaran algunos? Sinceramente sentía que era imposible volver a vivir la infancia dentro de un castillo que había construido desde mi nacimiento, pero si pedía por favor dejar de recibir tanto mal trato, tanto de eso que ni siquiera conocía la palabra y se llamaba violencia. Luego de esto nos vamos a vivir mi mamá, mi papá, mi hermano recién nacido y yo a una casa mucho más lejos. En esa casa es la primera vez que recuerdo como mi mamá era violentada, golpeada hasta más no poder y su cara sin parar de llorar intentando protegerme donde ya no tenía protección. Donde había un palo de madera con un pedazo de cuero, y unos clavos uniéndolos donde el golpe de mano paso a ser un golpe con un objeto, esta vez dejando marcas. Mi papá ya ejercía violencia sobre mí con naturalidad, yo deje de hacer mi deporte preferido y mi cuerpo pasó a tener una espalda encorvada y dura y una contextura obesa en toda su expresión. Mi cuerpo se empezó a hacer fuerte a cada golpe, tomando con naturalidad cada uno de esos golpes, para ese entonces, solo en silencios procesaba todo lo que sentía y un nuevo golpe me hacía olvidar todo nuevamente. Para ese momento tenía 7 años de edad y habiendo pasado por cuantos colegios se crucen en mi camino, no por mi conducta sino por una decisión que no estaba a mi alcance nuevamente. Aprendí a hacerme fuerte a los golpes y a sentirme débil al ver llorar a mi mamá. Aprendí a callarme aunque quería gritar, escapar y correr hasta algún lugar que no regrese nunca más a esas escenas. Lo único que no paraba de pensar mi cabeza era ¿Por qué? Por qué pasaba todo eso en mi vida Si era tan real que una vida con un padre lleve todo esto acuesta, la violencia, los golpes, los gritos y el alcohol. Una de las únicas cosas que me gustaban para ese entonces, era ir a la iglesia, donde podía hablar e interactuar con otras personas, donde por un momento dejaba de vivir mi cuento de terror preferido, donde sabía que tenía una caricia al alma nuevamente, donde podía expresar y dejar caer mis lágrimas sin que algo lo impida, donde recibía esa fuerza nuevamente para poder seguir una vez más, donde conseguía esas fuerzas de tomar valor nuevamente secar mis ojos y subirme a ese auto, donde todo comenzaba a suceder una vez más. Incasablemente me pregunte durante todo el tiempo que llevo esta trama, ¿Por qué yo, ¿Por qué a mí? Lo que menos quería era que otras personas vivieran eso, así que sentía por dentro… tal vez debo estar viviéndolo por otras personas, así a ellos no les pasa… pensaba… con siete años y una desesperación absoluta de salir del problema, de salir del mal trato, de salir de la violencia y de quedarme por 5 minutos eternos entre los brazos de mi mamá y las lágrimas de ella. Nos volvimos a mudar nuevamente cerca de la primer casa donde juntos vivimos y todo se aliviano, yo me hice una persona con un corazón de piedra, donde comenzaba a hablar el mismo idioma que mi papá y donde esta vez los golpes ya era un cachetada en un pedazo de cuero. Pero llego un momento que se aliviano tanto la situación que empecé a sentir cariño y afecto por él, lo vi tirado en la calle, esperando que la ambulancia se lo lleve en un grado de inconciencia que yo tampoco sabía porque.

Lo único que se que lo amo, donde hay tormentas siempre sale el sol y ya mostrare los días soleados de mi relación con el.



 
 
 

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